Por Juan Diego Paredes – director de Orienta3.0
Hace unos días, durante la elaboración de un proyecto para una Institución Educativa, un compañero del grupo dijo: “Un día más sin usar ecuaciones cuadráticas”. El grupo empezó a reír, yo solté una leve sonrisa y pensé: ¿por qué este pensamiento es tan usual? No era la primera vez que lo escuchaba.
Uno de los mayores problemas en la escuela y en casa es el enseñar matemáticas. Los alumnos reaccionan ante ella como si de un monstruo se tratase. Padres y madres se estresan al no saber cómo enseñarla y a veces nace una interrogativa: ¿para qué me sirve la matemática? ¿de qué sirve enseñarla?
El problema radica en que se ha tenido la equivocación de creer que la matemática solo se debe aprender en la escuela y muchas veces se ha dejado de lado la importancia que tiene esta en la vida cotidiana. Muchas veces se comete el error de enseñar actividades muy abstractas que no son relacionadas con el vivir diario, ni con el contexto de la persona que está aprendiendo, por lo tanto, el educando, en el peor de los casos, no llega a aprender ni a comprender el porqué de su enseñanza.
Las actividades para enseñar matemática van más allá que una simple acumulación de saberes, fórmulas, pasos, etc., deben ir relacionadas con el contexto y el vivir diario del educando para que este sea capaz de utilizar las matemáticas en diferentes contextos, situaciones, ambientes fuera de la escuela.
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