LA BATALLA DE ULIACHIN

Por Roberto Carlos QUINTANA VILLAVICENCIO
Lic. en Filosofía y CCSS

Los que hemos estudiado en la escuelita 34002 “06 de diciembre” de Uliachín en los años 80 del siglo pasado, cerca al aniversario institucional más que prepararnos para el onomástico nos disponíamos para hacer la réplica de la batalla de UIiachin, título con la cual nuestros maestros y maestras nos educaron y nos alentaron para recrear la batalla alistando nuestra vestimenta de soldados de la independencia y cada 06 de diciembre subir al cerro Uliachin y gritar ¡viva la libertad!, ¡viva la independencia!.

Estando en el cerro nos hacían correr gritando pampa abajo y disparando nuestros fusiles que los padres empeñosamente lo habían construido, recorríamos las calles del sector 3 y 4 del barrio, y a la altura de la capilla nos hacían santiguar buscando alentarnos y tener actitud valiente frente al enemigo con quien teníamos que enfrentarnos más adelante. Me recuerdo que cuando ya estábamos a esas alturas de la capilla los maestros auxiliares hacían reventar cohetes tan potentes que parecían cañones que con su estruendo nos ponían a tono para la batalla.

Después llegábamos a la calle más larga y antigua de la ciudad: la calle Lima y la parada principal era por 5 esquinas. Pelear cuerpo a cuerpo con el ejército realista que mayormente eran conformados por los grados inferiores, ya que solo el quinto y sexto grado tenían el privilegio de combate, así como decía nuestra maestra de sexto grado obtendríamos nuestra medalla “Los vencedores de Pasco”. Nuestros maestros nos enseñaron que fue el general San Martín quien ordeno entregar esas medallas a los victoriosos.

Cuando ya llegábamos a la altura del puente que la empresa minera había construido mientras secaba la laguna de patarcocha era los momentos cruciales, nos generaba nervios porque allí es donde ya casi se selló el triunfo, pero teníamos que derrotar a los niños del frente vestido de colores virreinales. Para un niño de 10 años portar el fusil, cruzar un puente desde su perspectiva tan largo y alto y al frente derrotar al enemigo era adrenalina pura, empezó el combate cuerpo a cuerpo, balazo a balazo, gritos, dolor, ansiedad y después, la corneta ejecutaba toque de victoria. Los padres gritaban alentando a sus hijos e hijas por teatralizar bien, al instante íbamos hacia la plaza Chaupimarca y desfilábamos frente al pueblo, ganadores, triunfantes y la gloria llenaba los corazones de todos los niños y de la gente que seguía dicha réplica de la batalla de Uliachín.

Eran los años de 1980 en la cual solo hacían 2 o 3 escuelas la réplica de la batalla, a veces solita mi escuelita lo hacía y los demás nos miraban como loquillos y sorprendidos , éramos pocos pero éramos, posteriormente se hacía el desfile en las faldas del cerro Uliachín, unos pocas y contadas instituciones iban a desfilar y recordar la batalla de Uliachín y el aniversario de mi escuelita donde rondé, viví mi niñez, y por sobre todo aprendí a ser “vencedor de Pasco” como debe ser cada cerreño, cerreña y cerreñista que existe en la tierra del frío y la nieve frente a los avatares que exige este nuevo siglo.

Ayer, fui por el cerro Uliachin, caminé por la calle Lima, llegué a 5 esquinas y después recorrí la plaza Chaupimarca aun en remodelación y me llegó una nostalgia, se hizo un nudo en mi garganta, lágrimas cayeron de mis ojos, sin duda tienen razón los viejos, no hay edades más

lindas que tu infancia y tu niñez y más aún cuando construyen identidad y cultura histórica al hacer la réplica de la batalla de Pasco sin duda vale la pena.

Imagen extraída del Facebook de Rodolfo Herrera Santamaría