Por Roberto Carlos QUINTANA VILLAVICENCIO
Lic. en filosofía y CCSS
No soy muy amante del vuelo de cometas, no le veo el garbo en hacer volar un pedazo de papel o plástico atado con un largo cordel, que cuan más extenso y alto te dice que eres célebre; es como si a los niños se les haga creer que la vida es triunfar cuando estas atado a algo o alguien sin dejarlo ir.

Ir a volar las pandorgas era como asistir al sepelio de aves acartonadas o plastificadas dependiendo de un humano para no caer, para no despeñarse, era un rito de defunción hacer eso que solo la comida comprada y preparada por mama daba consuelo.
En la escuela era y es obligado ir hacer llevar al cielo al barrilete, eso suena a pesado salvo por el sagrado arte de hacer todo lo posible para que nadie vuelva con su cometa a casa, cual renegados muchos o pocos hacíamos todo lo posible para cortar en el aire a todo niño pedante que mostraba su orgullo al tener más hilo y enormidad su chiringa en el vuelo.
Malograr la fiesta, aguar la sonrisa triunfante, fregar el éxito a costa del sacrificio de cuerdas, papeles y plásticos, era una labor que en mi niñez fue dedicada de modo sacro y efectivo, a estas alturas sueno como el niño rematado o desbaratado de no tener lo que los demás poseían y de allí el denuedo en el desquite buscando la indemnización a mis frustraciones.
Por eso ir hacer volar piscuchas y papalotes era una oportunidad para joder a los demás, para pintar de negro sus ilusiones, para esclavizar a la alegría con la decepción, siempre le pedía al jirka que intercede con el viento para que sea fuerte, intenso y permitiese que nadie pueda volver con la prueba de que hayan sido felices al menos por instantes haciendo volar sus milochas.
Ahora que soy viejo, y en plena pandemia, noto que no hay vuelos de cometas masivos, no hay niños cargando sus mochilas llevando sus almuerzos, yendo en combis, algunos solos y libres y otros sometidos aun al imperio del mandato de sus madres y pocos con el resguardo de sus padres, no hay esa imagen social, en los cerros todo este mes ha escaseado ver párvulos, impúberes y mocitos para armar ese escenario , bien por la naturaleza, mal por los humanos desterrados al encierro dominical y el destierro de la felicidad que brinda esas jornadas.
Las cometas no vuelan este año, están postergadas y pospuestas para el bicentenario, los pocos que fueron y cumplieron esa tarea lo hicieron desiertos de gentes y calar cometas es una acción masiva sino no hay diversión ni regocijo.
Mientras tanto el que está volando alto y rápido es el covid 19, su trayectoria esta en diversas direcciones y no requiere viento ni cerro, solo el descuido humano, la desidia del hombre, y la irresponsabilidad del ser.