En el Perú, diversas organizaciones criminales vienen operando bajo la fachada de partidos políticos, con el claro objetivo de capturar instituciones públicas clave, entre ellas la Policía Nacional que reconoció a Patricia Benavides como Fiscal de la Nación. Estas estructuras no solo buscan poder político, sino también impunidad.
Su estrategia consiste en infiltrar o cooptar el sistema desde dentro, asegurando puestos de poder en el Ejecutivo, el Congreso y, especialmente, en el sistema de justicia. Una de sus principales metas es imponer un fiscal a su medida: alguien que archive sus investigaciones, debilite procesos clave y garantice su protección frente a delitos graves como corrupción, lavado de activos o crimen organizado.
La situación pone en riesgo el Estado de derecho y la institucionalidad democrática, ya que estas organizaciones utilizan mecanismos legales para fines ilícitos, burlando los controles y debilitando la lucha contra la impunidad.