Dijeron…
y yo respondí: No.
Dijeron…
que copie la narrativa de Mario Vargas Llosa,
y yo respondí: No.
Dijeron…
que atrape las figuras literarias que usa Saúl Ibargoyen
al cual admiro demasiado,
y yo respondí: No.
Dijeron…
que proyecte las rimas de Bécquer,
y yo respondí: No.
“¿Por qué dices eso?”,
preguntaron los señores.
Respondí:
“Son mis letras, mi estilo, mi narrativa,
mis figuras literarias, mis rimas,
las que quiero plasmar en mi lienzo.
Puedo leer a los maestros, pero no copiarlos.
Puedo aprender de los maestros, pero no copiarlos.
Puedo admirar a los maestros, pero no copiarlos.
Puedo llenarme los ojos, el corazón y la sangre
de sus letras, pero no copiarlos.
¡Mi esencia, señores!
Quiero que mis letras tengan mi esencia,
mi vida, mi yo”.
Dijeron…
utiliza esa finura de palabras
que usa Julio Cortázar en sus cuentos,
y yo respondí: No.
Dijeron…
juega a crear versos
igual que Juan Sabina
y yo respondí: No.
Dijeron…
copia la musicalidad
que usa Rubén Darío
en sus poemas,
y yo respondí: No.
Dijeron…
así jamás llegarás en la vida a ganar algún Nobel
como lo hizo Gabriela Mistral,
y yo respondí: Pues seguro… No.
Dijeron… tus poemas son redundantes.
Dijeron… tus poemas requieren de más estilo.
Dijeron… tus poemas son muy extensos.
Dijeron… tus poemas son muy simples.
Dijeron… tus poemas son cualquier cosa, menos poesía.
Así qué respondí:
“Seguramente jamás me iguale
o llegue a los talones de tan grandes maestros,
pero voy a morir feliz, sabiendo que escribí mis poemas: Con poco estilo, redundantes, extensos, simples
y que a veces ni siquiera, son considerados poesía.
Sé que voy a morir feliz…”
“Morir feliz, ¿por qué dices eso?”, preguntaron.
Respondí:
“Porque no quiero besar la vida, quiero hacerle el amor. Quiero equivocarme, quiero ser la peor, quiero ser la mejor, no quiero crear versos, quiero crear versos, no quiero ganar ningún premio, quiero ganar un premio algún día, quiero ser la absurda, quiero ser la más lógica.
Quiero equivocarme y aprender así.
Quiero creer en mí y aprender así.
Quiero plasmar mi alma y aprender así.
Quiero rescatar mis palabras dibujadas en mi cerebro
y mi corazón.
Quiero mostrar mis líneas y hacer arder el papel.
Quiero estamparme yo en mis letras.
Quiero morirme en mis letras y revivir en mis letras.
Quiero navegar en mis letras y aterrizar en mis letras.
Quiero aprender, sí, pero no imitar.
Quiero crear mis poemas llenos de mi vida, no publicar un libro inflado de UTOPÍA.
Quiero que mis poemas se adhieran a la vida.
No quiero fingir, no quiero impostar”.
“Y… ¿entonces, cómo quieres escribir?”,
preguntaron los señores.
Y yo respondí:
“Solo quiero escribir con el alma,
solo quiero ser yo”.
Gutiérrez Lupinta, Fiorella Linda, Los caminos de Florencia, segunda edición, autor-editor, 2019.