TODO PASA...

Por Roberto Carlos QUINTANA VILLAVICENCIO
Lic. En Filosofía

Si tienes auto nuevo o camioneta ya no es signo de éxito sino es estar mapeado por los ladrones y asesinos de empresarios o personas quienes tienen novísimos carros por las exigencias del trabajo y no por el lujo que desea mostrarse, el progreso familiar ahora es acompañado por la inseguridad y la maldición de la riqueza, el desarrollo económico de un varón o una mujer, de una familia y una sociedad es marcado por el seguimiento, la extorsión, el chantaje y la vil condición de que si tienes más tienes que cuidarte más.

Nada es perfecto, el pobre se cuida de las enfermedades y la clase media de los asaltantes ladrones y asesinos, la clase alta o elitista a contratar seguridad porque si no la desgracia acechará sus vidas, eso crea el desempleo, eso genera la parálisis económica y financiera de una región, la gente se vuelve ladrón por necesidad, se hace asaltante por rutina y desdén; el estancamiento financiero genera asaltos y la bonanza económica produce robos sistemáticos.

Estos días de tribulación genera psicosis social, desconfianza en el prójimo, suspicacia al subir a un auto, sospechas al mirar atrás mientras andas por las calles de una ciudad donde el recelo la escama y prevención acompaña nuestra agenda de atenciones personales, familiares y sociales.

“La plata o la vida” ese dicho de ladrón de antaño donde robaban con justificación ha sido reemplazado por la plata y la muerte juntas, el carro y la muerte, el dinero y la muerte, el bien y el disparo, el patrimonio y el hades que acecha constante como maldición social en una sociedad tranquila, ingenua e inocente que era el Cerro de Pasco.

¿Y el pobre?, ¿y el extremo pobre? a quien no le pueden robar nada porque nada posee, no lo ataca el ruin ladrón, no lo ataca el cleptómano asaltante, pero si lo embiste la enfermedad, el hambre y el desamparo, lo cierra esa patología incurable y ese constante batallar de ir de cama en cama, de hospital en hospital buscando una cura para su triste final que sucederá más temprano que tarde.

Por eso el pobre prefiere por momentos ser rico o de clase media para tener donde vivir, que comer y como defenderse, mientras el de clase media o rico desea ser pobre para no tener las tribulaciones que le genera la riqueza obtenida con esfuerzo y dedicación.

Estos días leí el libro del dualista y ecléctico Job, ese rico y millonario que cayó en desgracia y que gracias a su fidelidad y no renuncia a sus ideales y su firme esperanza volvió a tener y obtener el doble de sus riquezas y bienes, incluyendo a sus hijos e hijas, y todo por mantenerse constante en lo que creía, en lo que lo sostenía, en confiar que “todo pasa” “que pasara” ya que nadie es probado hasta que no resista.