LA MENTE DE ULISES

- ¡Ni mil vidas lejos de ti se comparan con una a tu lado! -  se sentía la voz ronca de Ulises sonando a través del intercomunicador, había ido de nuevo a visitar a Mayté a pesar de su constante negativa por parte de ella. No lo soporta, se había vuelto un incordio para ella, un estorbo, no lo quería ver más, no después de todo lo que ella leyó en aquel cuaderno:

“Los versos no son suficientes para expresarte mi amor
eres arte hecha mujer, eres la perfección humanizada, 
si un ángel me diera la oportunidad de pedir un milagro, 
sería estar a tu lado, mi amada Isabel”

Como ese, miles de poemas escritos con la letra de su único amor, Ulises. La traición de su joven escritor le dolía, ¿Cómo es posible que él le escriba a alguien que no sea ella? ¿Es que acaso no era suficiente inspiración para él?

Cuando encontró aquella traición literaria no quiso ni siquiera escuchar los subterfugios que él decía. Solo quería que él se fuera lejos del departamento que había alquilado juntos. Quería estar sola, no verlo, quería echarlo de su vida. Sin embargo, la insistencia de su amado poeta le ablandaba el corazón a cada verso que le dedicaba por el intercomunicador; le punzaba el pecho y en su mente retumbaba la idea que ella no le había otorgado el beneficio de la duda, nunca. 

- Querida Mayté, dame un minuto de tu vida y permíteme explicarte que es lo que sucede – la voz de Ulises sonaba casi al borde del llanto, estaba quebrado, lo sabía, ella lo había quebrado por completo.

Ella se quedaba callada al otro lado de la línea, él solo quería una señal y le explicaría todo. Al no oír respuesta se fue lentamente, era jueves por la tarde, la lluvia caía sobre su rostro, Ulises estaba devastado. A pesar de su constante insistencia, Mayté no quería saber nada de él; sin embargo, era consciente de lo que hizo y por eso estaba dispuesto a contarle toda la verdad a cerca de Isabel, que desde luego, existía.

Ya era viernes, en la pequeña ciudad en la que habitaban llovía incesantemente, Ulises se dirigía a la editorial donde redactaba nuevos poemas para la próxima publicación de la revista “Metáforas del corazón” una revista semanal que se publicaba en su localidad y a los rededores, su sueño siempre fue ser un escritor reconocido, estaba empezando bien, a la tierna edad de 16 años comenzó a escribir para la revista, apenas era un comentarista pipiolo que daba una pequeña opinión acerca de los acontecimientos sucedidos en su país, luego se ganó una pequeña columna donde relataba pequeñas historias de amor de universidad y en unos años, en sus actuales 19, ya tenía su propia sección en la revista donde explayaba ampliamente su pasión por los versos.

Al llegar a la editorial, Ulises saludó efusivamente a sus compañeros, separando sus problemas emocionales con Mayté, pues donde él se encontraba surgía la magia y los sueños de muchos, incluso los de él, se hacían realidad

Su rutina dentro de la editorial consistía en tomar una taza de café muy cargado y amargo, luego leía un poco de sus autores favoritos mientras llegaba la inspiración adecuada para escribir su sección. Logradas las primeras líneas era más fácil continuar, pero había momentos en los que su mente se volvía en una neblina muy densa y la solución para eso era llamar a Isabel.

Mayté despertó ese viernes con los ojos hinchados luego de haber llorado casi toda la noche, como cualquier persona con el corazón roto se quedó dormida entre llantos, tantos que no recuerda con claridad como llego a su cama. Aún siente el vacío que solo puede llenar su Ulises, su escritor y gran amor. Entonces, apesadumbrada aún, decide vestirse y maquillarse para disimular el llanto nocturno. Luego, se dispone dirigirse a la editorial.

La neblina continuaba en la mente de Ulises, por más que tenía a Isabel sentada en su regazo no conseguía la inspiración adecuada. 

- Cariño, ¿estás bien? – preguntaba con tristeza Isabel, mientras balanceaba sus piernas jugando como una niña pequeña sobre el regazo de Ulises.

- Lo siento, Isabel, pero debo contarte algo muy importante – la voz áspera aún estaba presente en Ulises y hacía que la noticia suene más aterradora aún. 

- Dime – la dulce vocecilla de Isabel le respondió. 
- Mayté ya sabe que te he dedicado poesía – afirmó Ulises con el tono más serio que pudo.

El rostro de Isabel se tornó blanco, se puso de pie y sujetó a Ulises por los hombros, lo miró fijamente a los ojos y lo besó. 

Mayté llegó a la editorial, saludó al agente de seguridad, como él ya la conocía le devolvió el saludó y dejó que pasara con normalidad. Ella se dirigió a la oficina de su gran y único amor, una oficina en la que muchas veces había estado. Lo interesante de la oficina de Ulises es que tenía las ventanas empapeladas, de dibujos, garabatos, bocetos, manuscritos y todas las paredes también estaban cubiertas, por lo que no se podía ver lo que ocurría dentro a menos que te encuentres ahí.

- Isabel, ¿no te importa que Mayté lo sepa? – preguntó dudoso Ulises.

Isabel contestó con frescura y alivio - claro que no, cariño, era tiempo de que ella se entere que soy tu musa y tu inspiración 

- Pero yo la amo - refutaba Ulises - claro que a ti te quiero, pero ella es el gran amor de mi vida- Isabel se tornó roja de la ira y se despegó del lado de Ulises, se dio la vuelta y le dijo entre sollozos que se quede con ella, que nunca más volvería a verla.

Mayté entró sin tocar, porque ya sabía que su escritor nunca le ponía seguro a la puerta y le fastidiaba el sonido de la madera golpeada por los nudillos. Al entrar encontró a Ulises hablando solo con la pared, de rodillas, suplicando que no se fuera de su lado, que la necesitaba, que era su inspiración, que dejaría a Mayté por ella. Gritando fuertemente que Isabel era el amor de su vida.
Luz Angela Roman L.